Son datos oficiales, extraidos del último informe de Indice de Precios en Origen y Destino de los alimentos (IPOD)
Los agricultores están en pie de guerra por la baja remuneración que reciben por su cosecha de verano, que luego dispara su precio en los puntos de venta.
Es una historia repetida verano tras verano: todo un año trabajando la fruta para asegurarse una buena cosecha en cantidad y calidad para que luego solo se note en los precios a la venta, muy elevados para tratarse de fruta de temporada con niveles normales de producción, incluso superiores como lo está siendo este año. Sin embargo, la retribución para el productor sigue siendo la asignatura pendiente, no recogiendo ni mucho menos los frutos de esos precios elevados.
De esta forma, nectarinas, melocotones, ciruelas, platerinas, etc están alcanzando en fruterías y supermercados unos precios que son, de media, más elevados de lo que debiera, mientras en origen se están pagando a los pequeños productores cantidades «ridículas» que luego ven multiplicarse hasta por ocho veces en el punto de venta.
Los datos son concluyentes. Según el último Indice de Precios en Origen y Destino de los alimentos (IPOD), el melocotón se está pagando a 0,40 euros el kilo a los agricultores mientras en los supermercados ronda de media los 3,50 euros… es decir, nada menos que ¡8,8 veces más! En el caso de las nectarinas, los 0,50 euros que reciben los agricultores por kilo de cosecha de multiplican un 590%, hasta los 3,45 que llega a abonar el consumidor (6,9 veces más), mientras que la ciruela dispara su precio desde los 0,42 euros/kilo a los 3,49 (731% de incremento, 8,31 veces su coste original).
Venta a resultas
Estas abismales diferencias han levantado en armas a los agricultores, que no dudan de culpar de esta situación una «brutal especulación» y a una práctica ilegal que se ha consolidado en el sector en los últimos años desde que el veto de Rusia a los productos agrarios de la UE pusiese patas arriba el mercado: la venta a resultas, que sucede cuando los intermediarios adquieren la fruta a los pequeños productores sin mediar contrato ni acuerdo alguno sobre el precio. Así, en función de lo que se haya vendido, se remunera a los distintos operadores de la cadena y «si queda algo» se paga a lo agricultores. «Normalmente valores extremadamente bajos», denuncia el secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), Lorenzo Ramos.
«Muchas cooperativas y las centrales de hortofrutícolas privadas no se comprometen a nada, te recogen la fruta sin darte más explicaciones y te liquidan meses después. No hay derecho, es un completo abuso», detalla Ramos, que este miércoles mantuvo una reunión con responsables del ministerio para exigir controles en origen que acaben con estas maniobras prohibidas expresamente por la Ley de cadena alimentaria.
Estas prácticas abusivas solo se dan en el sector de la fruta de verano
Unas prácticas «abusivas» que según denuncia UPA, solo se dan en el sector de la fruta de verano, «uno de los más atrasados en el tan perseguido reequilibrio de la cadena alimentaria». «Solo pedimos un contrato que nos permita saber cuánto cobraremos, con referencia de precios y liquidaciones semanales», apunta el portavoz de los agricultores, que acusa directamente a los intermediarios de están «forrándose a costa de nosotros y de los consumidores». A su juicio, si muchos pequeños productores supiesen las cantidades que van a cobrar meses después de haber entregado sus cosechas «las dejarían en el árbol».
Fruta que no se paga al agricultor por su mal estado, acaba sin embargo en los puntos de venta
Pero no es esta la única maniobra irregular que denuncian los agricultores. Aseguran también haber observado que partidas de ‘destrío’ -es decir, frutas que no cumplen los calibres y estándares de calidad que exigen los compradores y que por tanto no se pagan a los agricultores- acaban finalmente en los puntos de venta.
El resultado es que los consumidores encuentran en los lineales piezas «mediocres, mal manejadas y en un estado muy mejorable a un precio que no se corresponde a su deplorable estado», concluye Ramos. «Lo que al agricultor no se le pague, no tiene que terminar en el mercado» y si lo hace, o se deriva a elaboración de zumos o mermeladas, «algo tendrá que cobrar también el productor».